miércoles, 12 de junio de 2019

4pak4 — Miércoles de noticiario

Los tres cerditos se debaten entra la alegría y la zozobra. Soy vegano— ha declarado el lobo.

Importante empresa del IBEX cierra por falta de esclavos. Imposible mantener los márgenes de productividad sólo con trabajadores con derechos reconocidos— ha declara el portavoz de la empresa.

Una decena de osos panda del Zoo de Madrid multados por no tener el distintivo ambiental de la DGT. Sí, el desconocimiento no exime del cumplimiento de la Ley— nos dice su cuidador.

Un padre llama a emergencias debido al ataque de nervios que sufrió su nena cuando fue al congelador a coger un helado y se dio de bruces con Elsa. Me escondía de Ana y me he despistado un poco— comentó Elsa.

martes, 11 de junio de 2019

Cuerpo en positivo

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Notaba algo raro y al final le pregunté. Con sus medias palabras y parsimonia de siempre, miró mis ojos y pasado el tiempo acostumbrado de indiferencia —nada —contestó.
Sabía que ese nada era improbable. No creíble. Una cortina de humo.
Cogí dos galletas, un trozo de chocolate y una silla para acomodarme a su lado. Insistí una, dos y hasta tres veces en la pregunta. Cero respuestas.  Tenté su ausencia con las galletas. Pasó. Subí la apuesta con el chocolate. Ni por esas.
No recuerdo el tiempo que estuvimos en tensa espera, pero debió de ser mucho ya que el chocolate se había medio fundido un presentaba un aspecto de masa informe donde podía atisbarse en la superficie el espejismo de lo que fue una onza.
Me rendí. Levanté mi culo de la silla, la devolví a su lugar y en un certero y rápido movimiento agarré sus carnosos mofletes para darle un sonado beso y un gigantesco abrazo. Sé que le daba mucha rabia, pero no me pude resistir.
Cuando me alejada, dándole la espalda camino de la puerta de la habitación Carlitos musitó
—No quiero ser gordito, ni gordinflas, ni mierdas de esas. Quiero ser simplemente gordo.
Le guiñé un ojo y cerré muy despacio.

martes, 4 de junio de 2019

Ritual


Mira el euro cincuenta que tiene entre las manos en forma de especie. Un café negro, muy negro y amargo. Un dedal de líquido de olor penetrante que soporta una espesa crema, la misma que al paso del tiempo se disipa y deja sobre la loza unas manchas marrones de caprichosas formas dignas de un psiquiatra. No tarda más de cinco minutos en desaparecer. Empieza la rutina, el momento de coger entre el los dedos pulgar e índice un terroncillo de azúcar e introducir uno de sus picos en el líquido ya descremado. Mira como milímetro a milímetro el café se adueñaba del terrón, mutando del blanco al marrón, sin compasión, sin reparo ni duda. Una vez conquistado el escarpado territorio, deja el terrón embebido sobre la lengua y pasa a degustarlo lentamente. Estalla el almíbar alrededor de las papilas y por una décima de segundo todo a su alrededor desaparece en una turbia nebulosa mientras que en sus oídos se reproduce la melodía de Adoro interpretada por Bambino, consecuencia de las horas y horas de estudio de la partitura que últimamente realiza de forma obsesiva. Este estado onírico se repite varias veces, tantas como terroncillos contiene el paquete de azúcar que se sirve con el café. Degustado el último y utilizando los mismos dedos, coge por el asa la taza y posa la templada loza sobre el labio inferior mientras deja entrever el hueco de la boca. Mediante sorbos pulsantes, permite fluir el líquido, ahora mucho más amargo, hacia la garganta. En cada sorbo, explosionan todos los matices sobre el empalagoso paladar. Es la guerra. El dulce quiere sobrevivir al amargo y presenta una descarnada defensa. El amargo, cada vez más fuerte, gana terreno. Con el tiempo, se llega a un punto de equilibrio dulce-amargo. Es el momento del éxtasis, el momento por el cual merece la pena repetir un día y otro, es el momento del ritual.

“PD: impresiona sentir la vida propia de los relatos. Mientras que tu mente estructura una trama el relato impone la suya. Algún día contaré mi trama, esta es la trama del relato”